domingo, 20 de enero de 2008

UN VIAJE


UN VIAJE

Recorría perezosamente los caminos herrumbrosos de mi memoria, caminos retorcidos por el tiempo y la distancia, hollados miles de veces por diversas plantas sin dejar huella en muchas ocasiones o dejando algunas enseñanzas y amarguras; eternos caminos de sopor perdidos en la conciencia universal: Mis recuerdos, los tuyos, los de todos, mariposas olvidadas en el candil de un filosofo cuyo nombre no recuerdo o del cual no quiero acordarme, o dejados por puro azar en la lámpara maravillosa de Aladino o en los paraísos y Nirvanas que nos ofrecieron de niños.

De tarde en tarde cuando el sol del medio día calcinaba mis “pobres odres”, a decir de Leo Legris el funámbulo, desandaba los caminos por donde se perdió la inteligencia: allí, en los profundos abismos de la nada emergía una tenue luz, mezquina, hija putativa de mi vagabundeo. Entonces, sin saber porque, inesperadamente, renacía, recorría jadeante y raudo cosas, hechos y lugares. Acariciaba los objetos de mis deseos y anudaba hechos y parajes olvidados y siempre presentidos: la vida es una herida abierta, herida que acaba por matar a los heridos.

“No,- decía el poeta-, la vida es una flor con fragancia de mujer, es la simiente abierta. La flor es más bella que el fruto, éste es redondo y cerrado, sin fisuras aunque sus colores estimulen los sentidos”. Yo prefiero el fruto con el gusanillo que corroe sus entrañas y las mías y nos lo entrega vacío permitiéndonos llenarlo de contenido haciendo del ocio un rincón edificante.

En estos menesteres andaba entre el sopor del viaje, el sudor, los malos olores y el trepidar de la escalera de tumbo en tumbo, cuesta abajo, por la redonda y arrugada carcasa terráquea. El carreteable se asemejaba a mis recuerdos y en cada recodo la nube de polvo levantado los sepultaba uno a uno como densa neblina producida por los años. Quizás, no pocas veces, esperamos que eso ocurra para olvidar los malos ratos y era precisamente eso lo que aspiraba mi corazón en mi viaje hacia el Cenit: Nombre rimbombante y peregrino de mi destino, ¡Cenit! Cargo con mi somnolencia a cuestas todos los días de mi vida y posiblemente de todas las vidas que he vivido…

De mis divagaciones me saco el chasquido de un cerdo. Rodábamos a toda marcha por las polvorientas calles, avanzando sin ton ni son de la amargura a la alegría rozando por segundos el milagroso estado de la felicidad. Hicimos el ingreso triunfal a la ciudad añorada. No sé cuantas horas pasaron; fueron muchas, el espejo pinto canas y muchas líneas comenzaron a surcar mi cara. Mis vecinos de viaje estaban rucios y en las arrugas de su rostro se podían contar las edades de la tierra por miles de años.

La puerca había parido 10 lechoncitos y en otro rincón de la chiva piaba una camada de pollos o cantaba un gallo o balaba una oveja. El arca de Noe en que iba convertido nuestro transporte era un hervidero de vida que, con indistintas voces, reafirmaba su presencia. Mientras seguíamos avanzando aumentaba el bullicio interior. El arca continuaba su viaje y aumentaba sin cesar el numero de pasajeros sin que cambiara ni su tamaño ni su forma, lo único verdaderamente cierto es que los pasajeros y su equipaje aumentaban sin cesar, tanto que se paso rápidamente del paraíso donde Adán reino a solas con Eva, a las comunidades primitivas y al intercambio de “mercancías” en la más amplia acepción de la palabra; del comunismo primitivo a la propiedad privada, de la propiedad privada al derecho divino y a la protección patrimonial; de la protección patrimonial al capitalismo cerrero y al socialismo y por ultimo al movimiento de los neo-con: a la envidia, al egoísmo, a la rapacería y a la supervivencia de las mayorías a costa del sufrimiento ajeno ocasionado por la felonía de unos pocos. Con estos movimientos surgieron a la vez los partidos políticos y sus mesiánicas ideologías: La democracia, el socialismo, las religiones, las dictaduras y fascismos, la demagogia, los sindicatos, los ricos y los pobres.

Inmune a todo cuanto ocurre en su periferia y en el centro y en los lados y en todas partes, la escalera, bus, chiva o arca de Noe sigue avanzando hacia su destino incierto. Cada cierto tiempo se apea del viaje un pasajero y se suben trescientos o más. ¡No sé donde caben tantos! Pero ahí vamos acomodándonos como podemos. A veces pienso que la vida nos va desnudando, mostrándonos las llagas y sus purulencias: perdemos la camisa en cualquier burdel, los zapatos se terminan por las suelas de tanto desandar lo andado, los pantalones hechos jirones, con las rodillas rotas y la bragueta intacta, de tanta jaculatoria, abluciones, genuflexiones y pedir perdón por lo que no hemos hecho y no pocas veces nos tenemos que cambiar por otro, por el que no queremos ser, o, en el peor de los casos, por el que realmente somos y siempre hemos ocultado y, a los pies de nuestra cama, el gato o el perro duermen plácidamente sobre nuestro roto jérsey de invierno. Hemos sudado tanto nuestra existencia que la camiseta desapareció en hilachas y colgado de la pared del cuarto el frío tic- tac de un reloj nos anuncia, segundo a segundo que, al final, nos pondrá una trampa de la cual no podremos escapar.

En estas reflexiones andaba cuando uno de mis vecinos de viaje contó la siguiente anécdota:

Una pareja se fue de vacaciones a una laguna donde se podía pescar. El esposo amaba pescar al amanecer y a su mujer le encantaba leer.
Una mañana, el esposo volvió después de varias horas de pesca y decidió tumbarse y dormir una pequeña siesta.
Aunque no estaba familiarizada con el lago, la esposa decidió salir a pasear en el bote.
Remó una pequeña distancia, anclo el bote y retomó la lectura de su libro.
Al poco rato apareció el guarda y le dijo:
- Buenos días señora... Qué esta haciendo?

- Leyendo - respondió ella-.

- Se encuentra en un área de pesca restringida-le dijo el guarda.
- No estoy pescando, estoy leyendo -respondió la mujer-.

- Si, pero dentro de la barca tiene todo el equipo de pesca. Tendré que llevarla conmigo y ponerle una multa-sentenció el guarda
- Si usted hace eso lo denunciaré por violación- dijo la mujer indignada.
- Pero si ni siquiera la he tocado...-dijo el guarda-
- Si, pero tiene todo el equipo -sentenció la mujer-

Y esto es lo que deparan los viajes, en mas de una ocasión sale lo que no se espera.