miércoles, 8 de agosto de 2007

BARBARITA


Le llamábamos Barbarita. Era una chica venida de las profundidades de la selva. ¿Quien la trajo a casa? Ya no lo recuerdo. Solo recuerdo que una mañana se presentaron con ella en casa y que nuestra sorpresa fue mayuscula, no por que fuera una indigena, sino por las pinturas o tatuajes sobre su piel. ¿Cuantos años tenia? No lo se, pero frisaban entre la pubertad y la adolescencia, por su estatura y su cuerpo menudo se adivinaba que aun era una niña. Al principio de su estancia en nuestra casa su conportamiento fue osco, uraño,desconfiado y retraido. Se ocultaba de todo y de todos y buscaba para ello los lugares mas apartados y oscuros. Sus ojos grandes y negros miraban con desconcierto, asustados, fijamente, como mira un felino el proximo movimiento de su presa o de un casual oponente. Su actitud nos producia sorpresa y perplejidad. Aun que nos esforzabamos no acertabamos en el trato, el lenguaje se habia convertido en una barrera casi infranqueable impidiendonos una comunicación aceptable.Barbarita aunque entendia algunas palabras del castellano se empeñaba en hablar la lengua de los Muiscas levantando una barrera mas en nuestra difícil relación. Por todo ello el lenguaje muchas veces más que servirnos de vinculo de unión sirvió para desatar tempestades. Barbarita se enfurecía, no manifestaba sus estados de animo llorando, simplemente se ocultaba y la recatábamos de su escondite no sin cierta dificultad, con muchas risas, muchos dulces y mucho deseo de agradar: Salia de su refugio con una amplia sonrisa pero sus ojos delataban malestar.

Barbarita no era bonita ni fea, tenia bien marcados los rasgos propios de su etnia: piel cetrina,fina, del color del aceite de olivas, de un amarillo verdoso intenso; pelo largo, negro y liso; baja de estatura pero bien conformada; Cara ovalada,casi redonda, donde los ojos de mirada fija y recta indicaban la altivez y el orgullo de su raza, su inteligencia y un extraño conocimiento del entorno donde lo que le era ajeno lo asimilaba con curiosidad y rapidez sin limite. Todo lo escrutaba como si quisiera poseerlo, no hacerlo suyo por el prurito de la propiedad sino por pasar a pertenecer de ese otro, asimilarse, hacer vida en común con el, comulgar de alguna manera con lo desconocido. Esta actitud era quizás lo mas singular de Barbarita. Tengo, aun hoy, la profunda impresión de que sus ojos no le pertenecían, eran ajenos a su cuerpo, habían sido puestos en su cara para que miraran mas allá del espejo...

Su comportamiento también era extraño. Nunca protestaba, no se le oía una mala palabra, no era sumisa, al contrario,manifestaba permanentemente su independencia. Sus ojos condenaban toda actitud que indicara servidumbre tanto mas si se aplicaba a ella, manteniéndose en callado silencio. Cuando se le reconvenía, de buenas formas, porque había cometido alguna pequeña falta, contestaba con naturalidad, ingenuamente: -decía- "no tenia sueño", "quería probarlo","se me ha caído", "tenia hambre" , " no me gusta", "no quería hacerlo" etc,etc, desarmando cualquier actitud sancionadora, convirtiendo el desaguisado en una anécdota humorística.

Barbarita tenia una vida espiritual muy amplia y profunda.Muchas veces le pregunte sobre sus Dioses sin recibir respuesta. Eran suyos y los guardaba como un tesoro. Mito o Tabú eran parte de su interioridad, de su ser estremecido ante la deidad. Su recogimiento era real. Se extasiaba en sus meditaciones, su espíritu navegaba, entonces, rutas desconocidas, complejas invocaciones que lo hacían mas antiguo, mas viejo, mas sabio y su rostro y su actitud cada vez mas joven, mas preparado para la vida diaria. Mientras estaba absorta se convertía en una extraña criatura, su mirada se perdía en el vacío, su cara de niña tomaba las connotaciones de una anciana invadida por una paz espiritual que imponía respeto. Nadie se hubiera atrevido a tocarla en aquellos instantes. Estaba tan lejana. En aquellos momentos su tristeza era tan antigua como su espíritu. Yo la vi muchas veces en estado de éxtasis. Tuve miedo por ella. Entonces, simplemente velaba su estado en silencio esperando a que regresara del mas allá. De pronto, en unos segundos, volvía a la vida, se activaba como un cachorro e iba de un lad0 a otro desarrollando las labores que había dejado pendientes hasta terminarlas.

Cuando regresaba de ese viaje misterioso era mas luminosa, como si en ese lugar al que viajaba la cambiaran, le dieran vida y mas seguridad en si misma. Se portaba como si hubiera bebido de la fuente de la sabiduría, de una fuente antigua y eterna a la que solamente ella sabia llegar para calmar su sed de conocimiento y sin desvelar jamas su misterio. Misterio que nunca pude aclarar a pesar de mi insistencia. Siempre quise saber en que profundidades se sumergía y hasta donde llegaba su sabiduría o su ignorancia o mi supina estulticia respecto de sus creencias y cultura. Nunca pude averiguarlo. La única certidumbre que tengo es que Barbarita era analfabeta , un alma buena y de una curiosidad sin limite.

Su curiosidad nos llevaba de sorpresa en sorpresa, no había cosa sobre la que no preguntara, sobre la que no indagara. Le atraían los libros, las revistas, los periódicos y en general todo lo que estaba impreso, pero no lo hacia por las fotografías , dibujos o por las historietas, que también por todo ello, sino por las letras, los extraños símbolos que allí se reunían y que ella no entendía y sobre los que terminaba inquiriendo a quien estuviera presente sobre lo que querían decir, sobre su significado. Ahí no terminaba su curiosidad, lápiz en mano imitaba los símbolos, los copiaba y memorizaba sus nombres y los repetía como un loro: "a", "e", "i", "o", "u", "l", "x", "y", "z", etc. Su memoria gráfica y verbal eran sorprendentes, tanto mas si se tiene en cuenta que, antes de llegar a nuestra casa, no había visto una letra. Su mundo hasta entonces había sido la frondosidad de la selva tropical, su exuberancia y colorido, sus múltiples sonidos, la diversidad del mundo animal y los rústicos objetos de la vida diaria.

Poco a poco fue cambiando de costumbres, se aplicaba en las labores diarias ganándole tiempo a su devoción: Las revistas, los periódicos y los libros. Pasado algún tiempo no volvió a hacer preguntas, se aplicaba en las paginas, las pasaba una a una, regresaba y repasaba, seguía adelante imperturbable, abstraída en las paginas impresas que tenia entre sus manos. Su rostro serio nos impedía preguntarle lo que hacia y, como no molestaba, la dejábamos hacer, al fin ya había cumplido con sus deberes. Su actitud no me molestaba, me inquietaba, me llenaba de curiosidad. ¿Qué hacia? ¡ Si no sabe leer! Un día cualquiera, cogió un libro de la biblioteca,se sentó en una silla y , como de costumbre se sumió en un profundo silencio pasando las hojas con lentitud, como si leyera. Yo la observaba curioso. Al fin, en un receso de su actividad,en un momento en que levanto sus ojos del libro pude interrogarla:
-¿Qué haces Barbarita? ¿ Quieres que te explique algo?
Me miro en silencio, sonrió, bajo su mirada a las paginas del libro y leyó en voz alta:
-"Veinte mil leguas de viaje submarino"....








lunes, 6 de agosto de 2007

MAS ALLÁ DEL ESPEJO


MAS ALLÁ DEL ESPEJO

Hablar de si mismo me parece una incoherencia,un acto de arrogancia, falta de humildad, y, en el peor de los casos, faltar a la objetividad, falsear la realidad y olvidarse que ha de mirarse como un suceso ajeno a nosotros mismos. No quiero que ésta página en blanco cargue con mis negras culpas. No deseo mancharla con mis recuerdos toda vez que se alejen de la verdad. No será fácil. Querré ocultar los hechos que llenen mi vida de ignominia y otros querré magnificarlos para mi propia gloria, mas no seria honesto de mi parte. Es la angustia la que me obliga a obrar. Los fantasmas de mi infancia o el reblandecimiento de las meninges propio de la edad:El espíritu se reblandece y la voluntad se quiebra. ¿Pero, que delito cometí entonces? ¿Qué infamia cometí para ser un proscrito? No lo se.Quizás lo barrunte desmenuzando reminiscencias de entonces, evocando los flash de la memoria que diariamente me atormentan, oscureciendo con negros nubarrones el panorama de mi futuro...

Registrar la crónica de mi vida de ésos primeros años y su incidencia ahora, cuando llevo el sol cargado a las espaldas, se me presenta como algo intolerable, pero el agujón de un deseo que me supera esta ahí, azuzándome, sin dejarme dormir, acusándome de un crimen que no recuerdo haber cometido. Soy consciente de que los hombres, incluido yo, con el transcurrir del tiempo vamos perdiendo los valores que nos sustentaron en los años mozos, la rebeldía y la capacidad de asombro, vamos cayendo lentamente en la bajeza, perdemos la virtud y cuestionamos nuestra propia existencia,perdemos la fe y dejamos de creer en los Dioses y en los hombres,y pensamos, no sin cierta razón, que hemos sido esclavos de las circunstancias, sin percatarnos, que lo hemos sido de nuestra propia debilidad, de las tentaciones que con tanta insistencia nos prevenían los guias espirituales: el mundo, el demonio y la carne, y, que a pesar de todo, devoramos golosamente, sin templanza , para compensar nuestra propia abulia, traspasando el umbral de la realidad pensando que estamos viviendo un agradable sueño.

Mis orígenes descienden de una estirpe de temperamento recio, pragmático y profundamente civil que dejaba poco a la imaginación al servicio de la razón. No es mi caso. Herede no se de quien una imaginación excitable, facilidad de palabra y buenos recursos dialécticos para el altercado verbal. Estas habilidades no siempre me fueron propicias, porque si bien es cierto que ganaba amigos y adeptos con facilidad, no es menos cierto que recogía con prodigalidad enemigos no siempre gratuitos. Pronto comprendí que los amigos se ganan por afinidades mas o menos aleatorias y que los enemigos se buscan. Pero si los primeros son fuente de satisfacciones, los segundos permitirán que te juzguen como un hombre de carácter bien formado o como a un cualquiera según la calidad y valía de los mismos. Ello que debemos escoger a nuestros enemigos con el mayor cuidado en la certeza de que de nuestro acierto siempre estaremos frente a ellos, si no como pares, por lo menos un poco por encima de sus propias mezquindades.

Vi la luz por primera vez en una barriada denominada El Vergel,localizada al nor- occidente de la Capital. Su nombre no provenía de una privilegiada localización entre parques y frondosas avenidas sino de un guiño furioso a la mas absoluta deforestación, ni un árbol,ni un parque, ni una planta.Era un nombre erigido al extraño mundo del su realismo , anclado a una pica, gracias a las macetas donde nuestras madres pretendían mantener vivos y floridos unos geranios marchitos. El Vergel solo era un oasis en nuestra imaginación.Todo lo demás estaba sembrado de cemento, calles adoquinadas o de tierra pisada, altas tapias propias de las construcciones coloniales, fachadas colgadas de balcones donde alguna maceta dejaba ver una planta mas mustia que verde. Mi casa, dentro del barrio, era grande, con muchos dormitorios, puertas y ventanas. Su perímetro estaba cerrado por un alto y amplio muro, como si de un castillo se tratara y cuya única salida al exterior la formaba una gran puerta de madera maciza distribuida en dos hojas y colgada sobre fuertes goznes de hierro que chirriaban al menor golpe de viento.Las habitaciones se distribuían adosadas a los muros en los diversos patios y recovecos propios de su construcción irregular. De sus habitantes lo sabíamos todo, vicios y virtudes, necesidades y angustias y algún que otro día feliz en que amablemente compartían la sonrisa. La casa era un misterio propicia a los cuentos de fantasmas, de terror, de gnomos, hadas y princesas y no pocos duendes que pululaban por todas las estancias causando no pocos sobresaltos.Los niños que nos reuníamos en sus amplios patios jugábamos a todo ello hasta el delirio, las lágrimas, el susto o el terror. Los corredores, los patios, las habitaciones adosadas a los muros, sus ventanas y balcones se prestaban a los mas variados juegos y hasta los adultos participaban ingenuamente de nuestra fascinada exaltación, no así mi Padre que se mantenía inalterable en sus principios, en el cumplimiento de sus deberes y obligaciones y en tratar de inculcarnos, a toda costa, que es la verdad y la razón la que debe prevalecer en todos nuestros actos. -No dejéis, afirmaba con frecuencia, que os quiten la razón cuando estéis ciertos de vuestros actos así vaya en ello vuestra propia vida, la libertad es vuestra única herencia y nadie puede arrebatárosla- Para nosotros eran solo palabras sin ningún significado, pero que muchas veces repetidas calaron en nuestro espíritu y se quedaron grabadas en la memoria. En la casa siempre guste de mirar a la calle por el ojo de la cerradura, amplio foco de visión me permitían ver en un flash a los transeúntes, mi imaginación ordenaba sus vidas ordenándolas sin ningún concierto para darle sentido a su existencia. Por ello fui reprendido muchas veces pero, aun hoy, guardo la costumbre de observar por la calle a mis semejantes, mirando con atención su rictus, la expresión de sus ojos, su afán de llegar a alguna parte, la angustia y hasta el horror de vivir. Esta costumbre me ha permitido conocer un poco mas a los hombres, aveces, en beneficio propia y otras en detrimento ajeno. Es la vida, su desenfadado desarrollo, las vivencias que van marcando sin cesar nuestro destino.

Mis primeros recuerdos de escolar fueron,¡manes de mi destino!,la liberación de los altos muros de la casa paterna, el campo a cielo abierto, el aire golpeando la cara con los cabellos al viento, el salto alegre o intimidado el corazón ante una nueva situación completamente desconocida. Eso esperaba, al menos, no solo mi impaciencia, mi cabeza demente y mi natural deseo de cambio hacia nuevos horizontes, pero, como de costumbre, los cambios se producen con mayor lentitud que la duración de una vida. Debo agregar, en honor a la verdad, que todo no fue desilusión y tristeza: se abrieron nuevas puertas y ventanas, nuevos muros, nuevos conceptos de valor, restricciones sagradas y humanas, normas estrictas y nuevos preceptores con un amplio poder y juicio para aplicar normas y disciplina en cumplimiento de su deber. La escuela se encontraba situada en un antiguo monasterio de planta redonda de elevados muros y torres fortificadas, en la cima de la montaña, rodeada de pinares, desde donde podía divisarse la plaza del pueblo, las torres de la iglesia, los tejados de las casas y el ir y venir, sin ninguna prisa, de sus habitantes. Desde que vi la inmensa casona, que los lugareños llamaban el castillo, no me sorprendí, me produjo fascinación, el misterio estaba el ella y en mi propia fantasía, también en la nostalgia de las cosas perdidas, en la amargura de dejar el lar de infancia y en la esperanza de una nueva aventura. Ahora mismo, cuando dejo sobre el papel mis recuerdos, siento, como la primera vez, la refre3scante atmósfera que lo rodeaba, aspiro la fragancia de la pinada y los arbustos que la rodeaban y el exquisito olor de las plantas de flores cuidadosamente dispuestas en macetas y el penetrante olor del pan recién horneado, me esfuerzo con ternura de niño estremecido en volver a oír , a lo lejos, el eco de las voces provenientes de la plaza y el tañido de las campanas en las torres de la iglesia. Todo parecía un sueño propicio al bienestar del espíritu pero, en mas de una ocasión, las cosas salen como no se esperan.

Como he apuntado la casona era antigua, de planta redonda, trazo irregular de altos muros y torres fortificadas. Todo indicaba que sus altas tapias eran el limite de nuestros dominios, la libertad, como de costumbre,estaba limitada por cierta arbitrariedad, igualmente nuestras fantasías y deseos. Aquellos muros marcarían para siempre nuestros sensibles temperamentos, decidirían, de alguna manera, nuestro futuro para nuestra gloria o para nuestro infortunio, serian motivo de alegrías y tristezas y fuente inagotable de vagas esperanzas. Las vidas son como las olas, crecen lenta y pausadamente, se encrespan, y pasado algún tiempo, se van desvaneciendo para morir serenamente en cualquier playa o repentinamente, en un espasmo, contra un acantilado. Dentro, el antiguo convento, fue construido a rampas, en espiral, como en una retorcida concha de caracol,y, adosados, contra sus pesados muros, se dispusieron los nichos con pequeños ventanucos y estrechas puertas que les daban acceso. Sus paredes limpias, un camastro y un crucifijo sobre la cabecera denotaban la austeridad de los monjes en sus aposentos. habían otras estancias largas y estrechas que nos servían de aulas o de lugar de reposo y que, en otro tiempo, debieron tener otros destinos. Allí, los alumnos, nunca sabíamos con certeza donde nos encontrábamos. No podía hablarse con propiedad de pisos dada su disposición en espiral, por rampas. La única forma de encaminarse dependía de la capacidad individual de orientación y de la observación y conocimiento de la nomenclatura que habían utilizado desde tiempos inmemoriales a tal efecto. Al principio fue difícil, no conocíamos la grafía, encima de las puertas de cada una de las estancias se había grabado, sobre la piedra, una letra del alfabeto griego desde alfa hasta omega y, al final de la espiral, en la última puerta, un signo, que según dijeron, representaba el infinito, un ocho en posición horizontal, en reposo , como todo lo que dura eternamente. Quizás sea éste el recuerdo mas portentoso de aquella época. Al abrir aquella puerta la sorpresa era maravillosa, se abría ante los ojos del espectador, durante el día, un cielo abierto e infinitamente azul y, en las noches, un domo nutrido de estrellas motivando aún más la fantasía y el prístino sentido del infinito.

En las aulas largas bancas de madera, con estrecho reclinatorio, servían de incómodos pupitres. Los preceptores tenían una mesa de madera maciza y una silla colocadas sobre una tarima que les permitía una amplia visión sobre la estancia. ¡Con cuanto asombro y resignación recuerdo a mis maestros!. Hombres reverentes de rostros serenos,sonrisa permanente y aspecto sumiso cuando de sus superiores se trataba o cuando, esporádicamente, se citaban reuniones de la comunidad, cuando no, en las aulas, agrios los rostros, fruncido el ceño, administraban los conocimientos y la disciplina férula en mano y a grito en cuello. No eran todos, es verdad, los menos,con humildad y entrega nos enseñaron a vivir y a mirar las letras y las ciencias con curiosidad y respeto. De éstos guardo gratos recuerdos, de los otros, el profundo malestar provocado por su impaciencia, vanidad sin limite, fatuidad de juicio y engreimiento permanente.Las puertas de las aulas eran de hierro forjado, pesadas, colgadas de gruesos y herrumbrosos goznes que ante cualquier movimiento chirriaban, distrayendo nuestra atención y llevándonos, sin quererlo, al mundo de los maravilloso y el misterio, al mundo de los fantasmas y los duendes, al mundo asombroso de la meditación, la observación y la fantasía, ¡que paradoja!,
de la dispersión de la atención nace la ficción.

Los pasillos interiores nos servían de patio de juegos y la irregularidad de su construcción llena de revueltas y salientes de propicios escondrijos. ¡ Que palacio de encantamiento era éste edificio para nuestro solas! ¡ Que misterios escondía detrás de cada puerta! ¡Que sustos en cada arista! ¡ Cuantas alegrías y cuanto desconcierto general de los espíritus!. Como quiera que dentro de la casona siempre se avanzaba en círculos retorciendo los espacios sobre si mismos y curvando las estancias, siempre teníamos la sensación, con respecto a la casa que era idéntica al signo grabado sobre la última puerta como representación del infinito. Allí aprendí mis primeras letras, malos tratos, lecturas edificantes y unos cuantos dislates. Leer un libro de su reducida biblioteca era un esfuerzo de rompecabezas, tantas cicatrices tenían,tantas hojas sueltas, rasguños y enmendaduras que dificultaban la labor del pensamiento enfrentándolo a un perpetuo colage de escasa comprensión. ¡Menos mal que el cerebro de un niño no necesita de los sucesos exteriores para ocuparse y divertirse! Bastale con su imaginación y las pequeñas excitaciones que le ofrece el entorno en que mora para moldear a satisfacción´n sus vivencias. Adultos, somos incapaces de estas proezas, los recuerdos mas vividos son grises, moran en el olvido, sometidos a la lógica de lo que ya no es, en la inútil esperanza de sentirnos jóvenes ocultando los pequeños placeres y los fantasmagóricos dolores de los días idos. No es mi caso, me atosigan los recuerdos, los fantasmas se agolpan en mi8 memoria, imágenes vividas y sentidas pidiendo libertad... ¿De qué? ¿Qué tengo que liberar? ¿Qué oculto crimen he cometido? ¿ Que fatalidad se me oculta? No lo sé. Me vuelco en mis recuerdos y solo se me revelan las pequeñas riñas, los juegos, las horas de oración,, las cariñosas picardas, los berrinches provocados por las injusticias, el disgusto provocado por las caras hoscas, la férula, la muerte de mi madre que nos dejo sin norte durante mucho tiempo y pocas otras cosas mas sin ninguna importancia. Entonces, ¿por qué éste martirio? Seguiré sumiso su ritmo hasta aclarar el contenido.

Mi nervioso temperamento, mi actividad permanente, mi curiosidad sin limite, el imperio de mis dictados me ganaron pronto cierta ascendencia entre mis condiscípulos. Me mantenía inalterable en todos los sucesos y saraos con la intención de ser el mejor por gamberra que fuera la acción o difícil que se presentara una lección. La puja era constante, tenia un alter ego que se oponía a mis des¡gnios , osaba competir con migo en los estudios , en los deportes, en los recreos y hasta en las pequeñas riñas que se formaban por cualquier menudencia, y, lo que más me incomodaba era su resistencia a someterse a mi voluntad, a mi omnímodo arbitrio, supremo despotismo que no pocas veces ejercía sobre los mas débiles y menos dotados. La rebelión de mi alter ego era para mi una fuente de constante disgusto, tanto mas cuanto que,he de reconocer, que en el fondo de mi ser sentía por él respeto y hasta temor. Lo veía como a un igual y no deje de pensar que esa igualdad era en él un signo de superioridad que me obligaba a mantenerme en una lucha perpetua. Siempre supe, por la actitud de los demás, que su competencia, su oposición, su obstinación ante mis propósitos, solo era observada por mi pasando inadvertida para todos los demás. Puede parecer extraño que a pesar de la contrariedad que me causaba su rivalidad y su intolerancia tuviera por él ninguna antipatía aun teniendo en cuenta que no había día que no tuviéramos algún enfrentamiento que se sanjaba con una mirada cómplice, una sonrisa o una venia que deshacía el entuerto. Se las arreglaba bien para que yo entendiera, que a pesar de todo, era mio el control. Siempre me ha resultado difícil entender y resumir mis sentimientos hacia mi alter-ego. Consustancial mente siempre he tenido y quizás así lo entendiera mi alter-ego que lo anómalo de la relación encaminaba nuestras inquinas, que eran muchas, abiertas o encubiertas a la apariencia de una diversión convertida en pesadas bromas evitando cuidadosamente la franca hostilidad. Buscábamos con afán como zaherirnos, con lengua afilada,y, no pocas veces, escarbando en cualquier pequeño defecto que sirviera al efecto, pero siempre chocábamos con la austeridad del carácter que impedía, como un colchón, la explosión incontrolada de nuestros sentimientos.

No eran solamente las actitudes las que entraban en este juego macabro. En la medida en que pasaba el tiempo acumulando riñas e inquiriendo en vendettas avanzamos en un proceso de mimetización de nuestras personas fisica y mental, copiando modos y actitudes, diccion y hasta lkos pequeños guiños y tics corporales para acentuar nuestros tormentos. Muchas veces llegamos al aturdimiento, al embrutecimiento de nuestras facultades hasta quedar obnubilados por nuestro propio desden hacia el otro, y, en eso0s breves instantes, saltaba como un destello una actitud moral reconciliatoria en forma de buen consejo cancinamente insinuado, como un susurro al oido, para que solo fuera escuchado a quien iba dirigido. Yo rechazaba esa actitud cobarde que pasabdo el tiempo se acentuaba y, que sin embargo, he de reconocer que dichas sugestiones eran balsamo en nuestro particular litigio. La sensatez las precedia y fueramos mejores si con mas humildad y menos amor propio las hubieramos acogido con mayor frecuencia.

"No hay mal que dure cien años", al fin, vencidos por el cansancio, terminamos por impacientarnos ante la férrea vigilancia de nuestros actos, ante la arrogancia de nuestro carácter, ante la intolerancia que cada vez más nos ofendía dirigiendo nuestros sentimientos, análogamente, hacia el mas profundo odio y procuramos, sin conseguirlo del todo, evitarnos, pasar de largo de nuestros frecuentes envites y hacernos la vida pasajera. Pero no fué así, el daño estaba hecho, nuestras mentes calenturientas buscaban nuevos motivos para la acción refinando métodos y desempolvando equívocos. No contábamos, deslices de la juventud, que todo tiene un final, el tiempo nada perdona y los días de clases tocaban a su final, también nuestra permanencia en la escuela. Creí que la ilusión tantas veces mantenida y alimentada por nuestras disputas al fin se desvanecía. Nunca pensé que el pesado fardo teníamos que llevarlo fuera de las aulas y menos aún que hiciera parte de nuestro propio carácter como una herencia genética, entonces, me odie y odie en el otro las marrullerías de que nos valimos durante tantos años para solas de nuestros compañeros y perjuicio propio. Pudo mas el orgullo que la humildad y en lugar de perdonarnos para cerrar el ciclo, ante la inminencia del adiós final, buscamos el toque de gracia, el acto final que sanjara de una vez y para siempre quien era el amo y señor del pequeño corral de nuestr4as intrigas y desavenencias, quien podía levantar la bandera del triunfo ante la algarabía de sus condiscípulos. Cada cual se recluyo dentro de si, se amurallo en busca de la estocada final, el acto tenia que ser glorioso e impactante para que el jolgorio que produjera fuera espectacular. El enemigo tenia que ser derrotado y humillado para resarcir tantas noches de insomnio, tantos desvelos y malos ratos. Había que salir airoso del ultimo lance.


Me recluí en mi cubículo y repase mi tortuosa vida semejante a la antigua casona de planta redonda, tortuosos corredores, recovecos y pasillos donde pase mis primeros años de escolar. Tantas aristas, puertas y ventanas, las grafías griegas sobre las puertas y el indeleble signo del infinito en perpetuo reposo, la magnificencia de esa última puerta, el cielo abierto y el domo astral en claras noches de estío. Fantasías, ilusiones y esperanzas se agolparon en mi cabeza en un ejercicio de remembranza valorando cada acción, haciendo cuentas, en la vana esperanza de haber acertado. Removí todos mis recuerdos, los puse en orden,y, a pesar de ello,no encontré una explicación que diera satisfacción a mis acciones. El desconcierto que me produjo el aserto desequilibro mi moderación, mi temperamento y comencé a divagar por senderos aun mas tortuosos. Daba vueltas y revueltas sobre si mismo cada vez mas fuera de si . Me tire sobre la cama para descansar y tratar de organizar mis pensamientos pero fue en vano .Cansado, tembloroso, me levante fui hacia el espejo colgado en la pared y me mire en él, el otro estaba ahí, me miraba con una sonrisa sarcástica detrás del azogue. ¡Habia triunfado! . En la puerta, mis compañeros, soltaron una estruendosa carcajada haciendo aún más ostentosa mi humillación.