sábado, 3 de febrero de 2007

GLORIA


Hacia meses que esperaba a que se decretaran las vacaciones escolares. El año inmediatamente anterior la habia visto por primera vez y por primera vez habiamos hablado, como dos adolecentes, de cualquier cosa. Trataba de recordar ese primer encuentro entre las brumas de la memoria, para sorprenderla si volvia a verla o consciente de que ellas tienen mayor capacidad que nosotros para recordar estor hechos. Lo cierto es que solo recordaba vaguedades; seguramente hablaríamos del calor que hacia, de los amigos comunes, de la verbena del día anterior o quizás de volver a vernos. No. No creo que hubiéramos concertado ningún encuentro. Si recuerdo que los chicos revoloteábamos a su lado como las abejas cerca del panal .Lo cierto es que la conocí días antes de terminarse el periodo vacacional y nuestro encuentro fue rápido y fugaz dejándome impresionado su belleza y simpatía. Su piel color canela, su sonrisa suave, sus dientes blanquisimos y bien dispuestos, sus labios carnosos y sensuales y sus ojos expresivos y alegres me seguían a todas partes; su taconeo,el ir y venir de sus caderas, sus piernas largas y bien contorneadas y su cintura suave y fina eran, en las noches, dulces onirodinias y amargos despertares y no pocas veces causa de sueños húmedos... Y masturbaciones intempestivas...

Iba de viaje de vuelta, miraba la carretera con avidez y tenia la sensación de avanzar con mucha lentitud. Cuatro horas nos separaba la distancia. Cuatro horas convertidas aquella tarde en una eternidad. Antes, cuando venia de vacaciones a visitar a los abuelos, no tenia ninguna prisa, dejaba pasar el tiempo, alegre, contemplando el paisaje y permitiendo que el olor del campo, a musgos líquenes y flores , me invadiera.Hoy, señuelo que golpea en mis odres, eco de su voz, visiones de verla y sentirla cerca me traían crispado, acelerado y sudoroso...El erotismo es una fiesta de feliz regocijo que no siempre termina como quisiéramos. El erotismo es subversivo y transgresor, y, en el mundo de hoy, donde los valores comienzan a perder su original significado, el erotismo ha comenzado a perder su carga transgresora que le es connatural y se ha convertido en un entretenimiento pasajero y anodino: En el amor hay que matar o morir. Es una entrega donde ha de dejarse todo, hasta la muerte, como en un juego peligroso en que se puede alcanzar la plenitud de los sentidos o su completa destrucción. En estas disquisiciónes mentales me encontraba cuando el bus en que viajaba tomo un largo recodo de la carretera y, al tomar la recta, apareció su casa a la sombra de un frondoso almendro. Rápido mire por la ventana, contigua a mi asiento, pero fuera de la casa no había nadie,no la vi. Tampoco debía estar en el patio por que no me esperaba. No sabia siquiera que hacia meses mi espíritu no tenia ni paz ni sosiego...

Domingo. El cielo estaba profundamente azul.Los naranjos despedían suaves olores de azahares y las calles comenzaban a llenarse de gente. No se si fue el calor de la época estival lo que me saco tan temprano de la cama o mi propio calor interno, ese fuego insólito que nos predispone a exaltarnos ante la tersura de una flor o la robusta redondez de un fruto.¿ O fueron las campanas de la iglesia llamando a misa de siete? Quizás... quizás. Lo único cierto es que estaba a las siete de la mañana parado en el atrio de la iglesia observando el ingreso de las gentes a la plaza que se apresuraban a entrar a misa.Gloria no aparecía,deseaba adivinar su rostro debajo de cualquier mantilla. Miraba con descaro los cuerpos de las mujeres en la esperanza de encontrar su cuerpo. Con el ultimo repique de campanas me aventure en la gran nave de la iglesia y lentamente, con ojo avizor, recorrí banco por banco, cara a cara, hasta convencerme de que tenia que esperar hasta la misa de diez para poder verla. ¡Dios,cuanto tormento!

Decidido tome el camino de Campo Alegre,bajo el sol canicular, para salir a su encuentro. En cuanto empece a caminar vi la vida diferente, con una especie de esperanza ilusoria, si se quiere,pero desconocida horas antes. La decisión fue oportuna. No paso mucho tiempo, en el río, la encontré refrescándose los pies. La mire intensamente, titubeando me acerque, sin pronunciar palabra, sorprendido de mi mismo y de mi atrevimiento.Gloria me miro de frente, sin manifestar sorpresa, como si mi presencia en el lugar fuera natural, me sonrío y se levanto a saludar. Yo la tome entre mis brazos, la apreté contra mi pecho. Gloria gimió:-¡Me haces daño! ¡No! 'No! ¡Ahora no!.. Y me aparto empujándome de su lado. Alegre y risueña echo a correr indicándome que la siguiera que íbamos a misa de diez...

-¡Gloria para! -le grite- ¡ son las siete y treinta!. Tenemos tres horas por delante y, ademas, hace muchos meses que no nos vemos. Ven. Le tome de la mano, la oprimí contra mi pecho y se dejo llevar por la fuerza interna de su deseo. Gloria luchaba por liberarse de si misma, del peso de sus creencias, de sus fantasmas interiores. Era consciente del despertar de sus instintos, y, adivinaba que detrás del tupido manto del pecado, el sexo debía ser una fiesta donde se ocultaban los fantasmas del deseo. Sentía que algo dentro de si había cambiado, algo extraño que dominaba su carácter, que la enardecía. Yo la mantenía a mi lado, ansioso,y ella lentamente perdía los ánimos para seguir luchando...

Mire a mi alrededor. Mi vista penetro en los densos cafetales que teníamos al frente y la convide a dirigirnos hacia ellos, vamos, le dije. ¡Vamos allá! ¡Vamos allá! Me detuve, volví a mirarla intensamente. Gloria me miro a los ojos. Nos miramos con los ojos brillantes, codiciosos y enamorados. Gloria se abandono en mis brazos, nos besamos y dijo: ¡ vamos allá!

Los cafetales tupidos, enzarzados, abrazados entre sí,cargados de pequeños y abigarrados frutos rojos dispuestos en racimo, olor dulzón de fruto maduro fermentado, excitaban el olfato. Los guacimos altos y cerrados impedían, exuberantes, que los rayos del sol penetraran por entre el ramaje. Se diría que a hurtadillas el astro nos miraba. Difícilmente encontramos un lugar abierto. A la vera de un ocobo y un palmichal se abría un pequeño claro cubierto de musgos y olor a líquenes y helechos. Tendí sobre el musgoso lecho la ruana de lino blanco y la invite a sentarse a mi lado, bajo los guacimos , a la sombra del palmito e invadidos por el perfumado ambiente de helechos y fruta fermentada. Entre la espesa fronda eramos dos animales en celo rendidos de caricias.

Habíamos perdido la noción del tiempo y del espacio.Solo existíamos los dos.El mundo exterior no hacia parte de nuestras apetencias y deseos y por lo mismo no existía. Vivíamos una fantasía digna de las mil y una noches acosados por el deseo y la imaginación esos fantasmas que erotizan el espíritu y lo humanizan o lo convierten en un ser irracional. En medio de la vorágine , ocultos de observadores ocasionales, la besaba, lentamente deslizaba mis manos bajo su blusa, su piel tersa y suave invitaba a las caricias; desabroche su corpiño y palpe sus senos firmes de mullidas carnes. Gloria, quieta,transportada,dejaba hacer,inerte,salvo por un temblor lento y rítmico de su cuerpo y por su respiración entre cortada. Daba la impresión de estar sumida en un profundo sueño totalmente entregada. Yo, electrizado,incansable, la recorría, exploraba con mis manos todo su cuerpo, sus mas secretos rincones. Le quite los zapatos, le acaricie y le bese los pies, subí lentamente por sus piernas a pequeños y tiernos mordiscos,y, ella, pudorosa las apretaba, impedía que mis dedos penetraran su misterio. Yo insistía... acaricie su vientre liso y firme, su pubis,por entre las blancas bragas,de bello de seda ensortijado que se enredaba entre mis dedos. Gloria despertaba al lento ritmo de las caricias. Nuevas y extrañas sensaciones subían a oleadas por sus entrañas. Su cuerpo tenso se relajaba, la invadía la lasitud, la entrega. Sus piernas cedieron lentamente, indolentes, receptivas a las caricias. Con ternura le quite las bragas y quede alucinado ante su cuerpo desnudo. Su piel húmeda olía a clavos y a canela. Ahora era yo quien temblaba. Mi cuerpo se fundía. Mi cabeza, demente, busco alivio en su regazo. Gloria tomo mi cabeza y meso tiernamente mis cabellos. Nada interrumpía aquel silencio..."¡La selva negra y mística fue la alcoba sombría!"

Yacíamos quietos,imperturbables, pensativos sobre el verde musgo, bajo el palmito, escondidos a la luz del sol.Ahora estábamos serenos. Nos mirábamos de frente, sus ojos, como los míos, expresaban ternura y el deseo ardiente de poseernos. Sus manos inexpertas desabrochaban mi camisa mientras yo pasaba las yemas de mis dedos sobre la comisura de sus labios carnosos y mis ojos se perdían en la asombrosa y profunda negrura de los suyos. Con risas cómplices me ayudo a sacarme el pantalón. Desnudos, nos apretamos el uno contra el otro,comunión de los cuerpos y las almas, rito inicial de entregas presentidas. El calor de los cuerpos se abrió en flor, se estremecían. Mis manos se deslizaban lentamente, a ciegas, entreteniéndose en sus senos, en sus pezones firmes y erectos, en su ombligo, y, prontas, cálidas, acariciando su pubis. La base de sus piernas comenso a separase y cansina, suave, mi mano acaricio su sexo, flor apenas entre abierta , fruto maduro y fermentado que éxito mi deseo. Mis manos vagabundeaban ávidas de placer sobre la orografía de su cuerpo. Nos besamos repetidamente, bese todo su cuerpo sensible, laberíntico y fértil.Su carne inocente me pertenecía. Es el demonio interior que hay en el otro lo que admiramos y nos sorprende, el idealismo, la imaginación y la sublimación de los deseos. Ella respondía a mis caricias con una ternura no exenta de masoquismo en su rendida entrega: Me besaba la cara, el cuello ,los ojos;me mordía los dedos y los labios. Yo sentía que mi sexo se henchía dolorosamente, enervante, presto a explotar. Le tome una mano mano y la puse al rededor de mi miembro. Lo tomo con suavidad y sin codicia comenso a explorarlo del glande hacia abajo hasta el escroto y regresar al glande, frotándolo suavemente hasta dejarme inmóvil con su pezón entre mis dientes entre abiertos.Retire cariñosamente su mano de mi miembro y, despacio, la coloque de espaldas, metí mi pierna derecha entre sus piernas, las abrí lentamente dejando al descubierto mi apetencia y la penetre en silencio como quien penetra la paz de la tierra. Mi cuerpo estaba en ella con sumido y ella estaba en mi porque yo estaba en ella. Lentamente nos movíamos apurando las ansias en rápidos espasmos, en pequeños suspiros,en pausados gemidos. El éxtasis iba in creccendo, los movimientos se hacían mas rápidos y rudos. Gloria sentía como crecía el pene en su interior y como el ir i venir de los cuerpos se convertía en un huracán interior que la desquiciaba.Extraño y sutil hormigueo que avanzaba por su espina dorsal, remolino de gratas sensaciones ascendiendo y descendiendo a través de todos los tejidos hasta la invasión total de la conciencia en un fluir de líquidos y espasmos suaves que le arrancaban gemidos a lo mas hondo y profundo de la vida. Yo, apuraba voraz sus últimos besos con los últimos envites de mi cuerpo, que rendido y exánime, entregaba su ofrenda a la mujer amada como un guerrero rendido...

Hoy, vencido por los años, el tiempo, el silencio y la distancia,todo son recuerdos de días idos:

"Temblabas y eras mía bajo el follaje espeso,
una errante luciérnaga alumbro nuestro beso,
el contacto furtivo de tus labios de seda...
La selva negra y mística fue la alcoba sombría
En aquel sitio el musgo tiene olor de reseda..."

viernes, 2 de febrero de 2007

ABRAHAM, DEL UTERO AL SEPULCRO

Era muy niño,provenía de tierras cálidas,y aquí, en el altiplano, a dos mil setecientos metros de altura, el frío, no le permitía tener quieta la mandíbula haciéndole castañear los dientes compasadamente.La ropa que llevaba encima si escasamente le servia para cubrir su cuerpo pero no para protegerlo de las bajas temperaturas.Temblaba, tenia las manos ateridas,casi congeladas y la nariz aprecia una fuente congelada en lento deshielo. Sus ojos lo escrutaban todo. Era la primera vez y también la ultima que venia a la capital.Los altos edificios, los coches, las gentes apresuradas y el ruido monstruoso de la ciudad lo asustaban. Añoraba su lar nativo.Se sentía mas seguro en la espesura de la selva tropical, con sus peligros conocidos, que ante esta vorágine de muros de hormigón, de coches y de gentes en alocada carrera hacia ninguna parte.

Su tío le llevaba al seminario donde, gracias a una beca concedida por los jesuitas,continuaría sus estudios. No iba muy contento.No entendía por qué no podía seguir viviendo en el pueblo, ni por qué la peste que asolaba el país de sur a norte, había matado a sus padres. Tampoco entendía la actitud de su tío de llevarlo al seminario. En la escuela, le decía, puedes seguir estudiando. Pero no. ¡Al seminario! No lo entiendes hijo, le replicaba el tío,en casa no puedes quedarte y a donde vas te harán un hombre de bien. Tus padres, desde el cielo, estarán orgullosos de ti y yo pagare los gastos que la beca no cubra, con la administración de tus bienes, porque ahora, lo que pertenecía a tus padres es tuyo y yo lo cuidare hasta cuando tengas la edad de administrarlo . El niño nada entendía, en su fuero interno se sentía castigado, triste y humillado. Nada de lo que veía le hacia cambiar de idea, al contrario, comenzaba a odiar la ciudad sin apenas haberla conocido.

El desplazamiento desde Bogotá, al seminario de Zipaquira, fue lento y tortuoso. El Auto-bus iba de tumbo en tumbo, por entre una nube de polvo que impedía respirar y admirar el paisaje sabanero del que le habían hablado también,y, que ahora, solo se vislumbraba detrás de la tormenta de tierra levantada por el vehículo en su tenas avance. tenia la esperanza de conocer la Catedral de Sal pero la noche se les echaba encima, el frió arreciaba y una pesada calima, propia de los paramos, se esparcía lentamente impidiendo a la berlina avanzar con mayor rapidez.

Zipaquira esta situada al norte de Bogotá, sobre la sabana, de clima frió, alta pluviosidad, buenos pastos excelentes productos agrícolas y ganaderos, la mina de sal, gentes introvertidas, cristianas, conservadoras y pusilánimes.El bus arribo al poblado bajo una llovizna pertinaz y en medio de los gritos de las vendedoras de viandas, de loterías,de piedras de sal y replicas de la Catedral, única en el mundo por sus amplias naves, imágenes, columnas y muros de sal.

Se apearon del bus, Crisostomo pregunto al primer transeunte que paso a su lado por donde se iba al seminario. La respuesta fue fria y rapida :"Coja buste puay pa rriba y guelba a preguntar". Crisostomo fruncio el ceño, tomo el niño de la mano e inicio el ascenso hacia el seminario. Nadie mas se cruzo en su camino. Las puertas y las ventanas de las casas, a diferencia de su pueblo natal, permanecian cerradas. El pueblo parecia desierto y solo interrumpia aquel sepulcral silencio el ladrido de los perros .El niño estaba cansado. Lo tomo entre los brazos y apuro el paso por un camino siempre en ascenso.El frio calaba hasta los huesos y la ruana que llevaba puesta no era suficiente para contenerlo. Al final del camino, entre altos cipreces, se divisaba el campanario entre las densas brumas; la torre del campanario superaba en altura al resto del edificio y en la parte mas elevada, debajo de las cornisa del campanario, sobre las gruesas paredes, se empotraba un reloj de gran tamaño que le recordaba diariamente a los habitantes del pueblo que la vida es pasado y futuro, perspectiva sin la cual el presente no tiene sentido o, en todo caso, la vida no se vive del todo o se vive sin darse cuenta que vive. El edificio del seminario es una construcción de cuatro plantas flanqueado por sendas hileras de viejos eucaliptos que se iban estrechando para formar un camino de unos trecientos metros que daba acceso a su amplio y empedrado patio adornado con frondosas macetas de margaritas y geranios. En el centro del patio, rodeado por una fuente y sobre un pilar de piedras toscas, bien dispuestas,se rescontraba colocada una estatua de bronce bruñido de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús.

Frente a la entrada, ante los inmensos eucaliptos, con la tristeza reflejada en el rostro y en medio del caliginoso ambiente, Crisostomo creyó prudente explicarle a su sobrino, entre zancada y zancada, que la compañía de Jesús había sido fundada en Roma por el año de Dios de mil quinientos cuarenta, por un español nacido en Guipuzcua, llamado Ignacio de Loyola y que era el fraile que representaba la estatua. El niño miro al fraile de la estatua y luego a su tío sin comprender nada. Subieron por una amplia escalera de piedra pulida que conducía a un portón de pesadas hojas de madera lustrosas y bien decoradas. Golpeo con un aldabón de hierro colocado allí para dicho menester y espero pacientemente a que abrieran las puertas: Un monje vestido de riguroso negro les abrió y les dijo:

-Pasen, están en la casa de Dios. Les esperábamos mas temprano.

-Llegamos tarde a Bogotá, dijo Crisostomo, y perdimos el bus de las 12.Gracias a Dios ya llegamos.

-Pasen, confirmo el sacerdote, el Prior les espera.

En una amplia sala, cubierta por una gruesa alfombra, presidida por un cuadro, de hasta dos metros de altura, que representaba al fundador de la compañía, sentado detrás de un escritorio de madera maciza , atiborrado de papeles, un crucifijo, una Biblia, las confesiones de San Agustín y una lampara de hierro se encontraba el superior, con un papel en la mano que al verlos exclamo:
-¡Adelante, Abraham, hijo, ya estábamos preocupados por ti!

Se levanto de la silla, se dirigió al niño,lo tomo en sus brazos y le beso sobre el cabello bruno.

-Crisostomo, tome asiento, estará usted cansado, el viaje abra sido muy largo y pesado. No debe preocuparse, todo esta dispuesto, se asearan, comerán y dormirán aquí, así el niño se adaptara mejor a su nueva vida y usted estará mejor, así que pasemos a dentro, les enseñare sus aposentos. Cuando estén listos les estaremos esperando en el comedor.Bajáis al primer piso, en el ala de la derecha, en la tercera puerta, los esperamos. ¡Anden con Dios!

Tomaron una ducha de agua caliente, se cambiaron de ropas y orientaron sus pasos hacia el comedor, en la primera planta. Ingresaron en un recinto abierto decorado por un cuadro que representa la ultima cena, debajo del cual en una placa de bronce aparecía el nombre de Miguel Angel; en los extremos del local dos grandes candelabros de seis brazos con sus respectivos velones encendidos proyectaban las sombras desdibujadas sobre el piso de reluciente madera de guayacán. La mesa estaba colocada en el centro de la estancia,era larga y relativamente angosta para sus proporciones, de madera de roble,maciza y robusta, flanqueada lateralmente por dos escaños donde los frailes se sentaban a comer. El superior tomaba asiento en la mitad de la mesa y los demás le rodeaban. La disposición era la misma que representaba la lamina de la ultima cena, y, como en ella, la cena dispuesta era ligera.

-Pase, Crisostomo, dijo el Prior, tome asiento, y tu, Abraham, siéntate a mi lado.Deseo que se encuentren cómodos. Como ya habrán observado las camas son pobres y la comida moderada. A estas horas es mejor una comida suave para evitar las pesadillas y malos sueños. Ahora bien, Crisostomo, ¿como están las cosas por el pueblo?

-Como en todo el país, Padre. Se acusa de comunistas a los campesinos, de guerrilleros, de facinerosos asaltantes de caminos, de abigeos o terroristas, cualquier sindicación es buena para que sin juicio previo les condenen, les masacren o les persigan. Usted, Padre, conoce mejor que yo el patio. Yo solo le pido a Dios que cese la violencia.

-Crisostomo, algunos comunistas habrá,de lo contrario las autoridades no lo dirían.

-Yo conozco, Padre, a todos mis vecinos, he convivido con ellos por mas de treinta años y puedo garantizarle que ninguno de ellos es comunista o guerrillero. No sé que se proponen, pero si a la peste le ayudamos con la violencia, con la falta de entendimiento y con la mezquindad manifiesta de algunos ciudadanos , poca gente de bien quedara. Hay hombres,Padre, que impiden que no se haga lo que condenan para satisfacción de sus propias felonías, y , que al final, no logran todo lo que desean, no por que no lo hayan conseguido sino porque su ambición jamas quedara satisfecha.

-quizás tengas razón, Crisostomo, aquí en el seminario solo sabemos de Dios y de salvar almas. La política es otra cosa...Nosotros rogamos por que se ilumine la mente de los responsables públicos. No otra cosa podemos hacer. Sabemos que la situación es difícil y confiamos que nuestra voz, nuestras oraciones sean escuchadas. De otra parte,en relación con Abraham,todo esta arreglado. Este primer año, para que finalice la educación primaria, ira al colegio de las Carmelitas Descalzas, aquí, a la entrada del pueblo.Finalizado éste periodo continuara con nosotros en el seminario en calidad de "escolar", luego, hará el "juniorado", el "noviciado" y, si todo va bien, como esperamos,coadjutor espiritual. Sabemos que es un niño listo y esto nos ha animado a darle ésta oportunidad.Solo hay un pequeño problema. Algunos gastos no los cubre la beca y debe cubrirlos la familia, me gustaría saber a quien acudimos para cumplimentar este tramite.

-Padre, a mí, Abraham los pagara con su propio peculio. Sus padres al morir le dejaron algunos bienes y un centenar de hectáreas de tierra. En tales circunstancias ese concepto esta asegurado.Yo fui nombrado por sus padres, ante notari0, albacea, y espero cumplir fielmente con mi misión.

-Entonces, Crisostomo, no se hable mas del asunto.Pido a Dios que te ilumine en la administración de esos bienes que servirán a la grandeza de Abraham. Ahora, a descansar, mañana te espera otra larga jornada...

Crisostomo se detuvo unos instantes mirando el cuadro de la ultima sena y, pensando, que a pesar de todos los esfuerzos de Cristo por redimirnos, Judas seguía sembrando cizaña por todos los caminos.Salio con el niño en los brazos y subieron a descansar. No podía conciliar el sueño.Sus pensamientos vagaban sin poder librarse de la calima en que andaban sumergidos. Pensaba que la condición humana tenia un fondo oscuro y violento cuya abyección tiene que ver con el alma de la especie; secreta vocación que reaparece con mas frecuencia de lo esperado cuando creyéndola desterrada por la cultura, la civilización y la fe
reaparece de la profundidad de las entrañas en un confuso tropel de males y desajustes sociales y personales.

Abraham quedo en el seminario, solo, sin su familia,sin sus amigos de infancia, en un lugar que no conocía y donde las brumas cubrían el pueblo la mayor parte del día. Amaneció y salio al patio. Desde su mirador solo se apreciaba un espeso colchón de nubes sobre los techos del pueblo, el campanario de la iglesia y un que otro ciprés enseñando sus agudas copas. Nada más.En el patio húmedo y frío Ignacio de Loyola seguía rígido, con la mirada altiva, desafiando el ambiente. Abraham se estremeció de frió y volvió a su dormitorio, se envolvió en una manta, se sentó sobre la cama, miro las paredes limpias y blancas y en silencio lloro de amargura...

Quince años pasaría Abraham en el seminario, quince años en los que aprendió todo sobre la vida religiosa, sobre la filosofía escolástica, sobre las dignidades e indignidades del hombre, sobre los seminarios, sobre los conventos y la aparente castidad y misoginia del clero. Allí aprendió que hay mas de ladino que de bondadoso en el comportamiento de muchos. Que es mas difícil ser justo que bueno y que es mas fácil aparentar ser bueno que serlo. Comprendió que lo único que identificaba a los seminaristas era la sotana porque en todo lo demás eran diferentes. Al seminario iban los hijos de los ricos y como tal se comportaban. Las diferencias de clase si escasamente se limaban en la mesa de la ultima sena, es decir, ante la muerte. Mientras se pudiera disfrutar apuraban los bienes de la tierra sin ningún recato. Para dolores de cabeza, decían, Aspirina. Los seminaristas pobres difícilmente llegaban al noviciado y los que pasaban tenían que ser como el agua que se adapta al recipiente que la contiene. Se educaba para la clase en el poder y para el poder. La doctrina desde el púlpito iba dirigido al sometimiento de los humildes, se les conminaba a disfrutar de la vida en el mas allá donde los goces seles derramarían a manos llenas mientras los ricos y codiciosos se abrasarían en los infiernos.La verdad es que a los ricos nadie les quitaría lo bailado. Nunca, se decía Abraham, el adagio popular había sido tan certero y se lo repetía a diario para no olvidarlo: "Al que es pendejo aquí en la tierra y en el cielo lo condenan, lo joden aquí, y lo joden allá", pero su alma buena le impedía practicarlo.Jamas entendió la reverencia y el culto que se le tenia a la madre de Dios y la manifiesta misoginia contra las demás mujeres.

Después de quince años Abraham abandonaba el seminario, lo abandonaba por incompatibilidad en todos los sentidos, lo abandonaba por puro amor a Dios. La casa de Dios, decía, se ha llenado de mercaderes y la mercadería son los hombres rebajados y humillados, esclavizados y aherrojados a extrañas creencias de paraísos y nirvanas en el mas allá. Explotados en nombre del cristianismo que practican. Colonizados por el miedo, la violencia oficial, el hambre,la falta de trabajo, la carencia de educación y salud, el hacinamiento en cinturones de miseria, prostituidos para ganar un mendrugo de pan, pero reconfortados con la bendición papal que acepta todas estas perversiones, sin inmutarse, como algo natural a las escrituras que dice defender.

Abraham era un rebelde, un hombre raizal, llevaba consigo el espíritu de la tierra con un entusiasmo religioso. Todo lo adivinaba, lo presentía o lo conocía con un solo golpe de vista.Tenia una sabiduría innata,intuitiva,que desafiaba la razón. Tenia un mundo propio e inmemorial. Era religioso y profano reuniendo en si mismo el misterio de la Grecia pagana, de lo apolíneo y lo dionisíaco. En síntesis, tenia ángel , duende o demonio que le permitían llevar tras de si seguidores incondicionales que lo veían respetuosamente superior. Nunca abuso de su preeminencia frente a ninguno de sus congéneres. Su vida fue virtuosa.

De regreso al pueblo, a su tierra natal, al encuentro con los suyos, rememoro su infancia, el lar de sus padres,la casa,los objetos queridos y olvidados, los arboles, los animales. Todo con su personalidad característica. En el seminario había vivido una realidad ficticia que eclipso, por muchos años, la frontera entre los hechos objetivo y sus propios deseos. Ahora, frente a la realidad, recordó sus tiernos juegos de infancia, el canto suave y melodioso del viento por entre los guacimos y los cafetales, el cascabeleo de las hojas de los caña dulzales abrasados por el fuego previo al corte, el croar fuerte y ronco de las ranas que introducía entre los botes de galletas, el vuelo silencioso y ágil del gavilán sobre su presa, los peces de colores en los remansos del río, el canto del ruiseñor, el ladrido de los perros y el dialogo de los insectos cuando muere la tarde... Hacia mucho tiempo que sus demonios interiores no se exhibían sin disfraces...

Abraham fue bien recibido por sus coterraneos. Nadie objeto su desicion de abandonar el seminario.No hubo reproches por parte de su tío. La voz solitaria de Don Melquiades transgredía inútilmente la solidaridad de los lugareños señalando a Abraham con el dedo de la ignominia y clamando para que ningún cristiano tuviese relación con el hereje. Abraham nunca tuvo palabras disonantes contra Melquiades, al final, decía, él es el cura, yo, solo un hombre.

Abraham vivía como un ermitaño, solo, en so bohio, rumiando su filosofía en su profundidad telúruica. Muchas veces, Crisostomo, cuando lo encontraba ensimismado, arañando en los recuerdos y hurgando en el mas allá, le reconvenía para que se casara. Te falta, le decía, una mujer que te acompañe y te haga la vida mas llevadera. Abraham solo se limitaba a contestar: " Cuando muera ya la encontrare, como yo la quiero, rubia y hermosa, espiritual, amorosa y generosa. Aquí ,tío, no las hay. Ya vera que tengo razón" y sonreía maliciosamente . Crisostomo, entonces, le miraba con tristeza y, quizás, en su fuero interno le daba la razón. El mundo había cambiado demasiado. La ciencia y la técnica transformaban todo lo conocido y nadie estaba cierto si para beneficio de la humanidad o para su propio trastorno. En éstas cavilaciones, Crisostomo, tomaba el camino de la hacienda en la certeza de que a Abraham lo asistía la luz...

En Diciembre, en la hacienda, se reunía toda la familia. Crisostomo gustaba de pasar las navidades con sus nietos ,sus hijos y con Abraham a quien consideraba un hijo.Las reuniones en estas festividades eran alegres. Se rezaba la novena al Niño Dios.Se preparaban viandas y golosinas. Se bailaba y se olvidaba ppor unos días el diario trasegar. Abraham estaba triste. No se hallaba a sí mismo. No jugaba con los niños, como era su costumbre, ni les contaba cuentos. La noche del nacimiento lloro, se seco las lagrimas y en medio de la reunión, como un arúspice, anuncio: -"Este año me voy para el país de donde nunca mas se vuelve. No nos volveremos a ver... O, quizás si. No lo sabremos. Pero deseo que sean felices por que yo lo seré. Tío, me voy a casar muy pronto. La mujer de mi vida ya me esta esperando". Todos callaron, le miraban sin comprenderle, y, él, aprovechando la sorpresa inicial se arranco a cantar y a bailar hasta el amanecer. De la estupefacción se paso a la alegría general. Todos le agradecían a Abraham su genialidad, su generosidad de espíritu. Solo él comprendía que sus días estaban contados...

El nuevo año se inicio, para todos en la hacienda, con renovadas ilusiones. Abraham se despidió de todos recordando les que para las próximas navidades él ya no estaría. Se habría ido. Nadie le tomo en serio. Se fue a su bohio. De allí nunca mas salio.Jamas volvió a levantarse de su catre de campaña. No volvió a recibir comida y solo bebía agua para calmar la sed. Crisostomo lo visitaba con frecuencia, tenia largas conversaciones con él, le llevaba médicos pero todo fue inútil.Abraham mantenía que se iba a casar. Todos en la familia, amigos y vecinos llegaron al convencimiento de que había perdido el juicio. Que estaba enfermo de soledad y de tristeza. Pero él, con una convicción superior a sus ya menguadas fuerzas, se limitaba a repetir que no, que solo se iba a desposar. Una tarde de luna llena, de primavera en flor, hizo llamar a Crisostomo y le dijo, con una voz inaudible: "Tío, hoy es el día, mi esposa ya esta aquí , es ésta mujer de cabellos dorados, torso eburneo y labios de querubín. Quiero tío, que seas mi padrino y que nos des tu bendición" Exhalo un profundo suspiro y murió. Crisostomo dejo escapar unas lagrimas a los diques del ungís y con tristeza recordó los versos del poeta:

"Señora muerte que se va llevando,
todo lo bueno que en nosotros topa,
y solos, en un rincón vamos quedando,
los otros, gente misera de tropa
de alma de trapo y corazón de estopa".












jueves, 1 de febrero de 2007

ABRAHAM

Siempre bajaba por el camino del silencio silbando.Llevaba la camisa desabrochada de la cintura para arriba. Mostraba un tórax moreno y lampiño.Era un hombre de complexión fuerte, bien musculado, de pelo castaño y riso, formado a las labores del campo.Podría decirse de él que era un hombre rudo. Pero, bien mirada su cara,era de facciones finas y ojos soñadores.Se diría por su manera lenta de andar, segura, a pie descalzo, que quisiera hollar la tierra para dejar su impronta en ella, para marcarla, señalizando su territorio. Abraham se dirigía a su rancho, como todas las tardes,con el sol a las espaldas y un trino de ruiseñor en el ambiente...

El silencio se encontraba sito entre los ríos Las Sardinas y La Guacimalera. El primero cruzado por el puente nuevo, de amplios arcos de hormigón,y, el segundo,por el puente de hierro, el puente viejo, el de los enamorados en las tardes azules de abril. Los ríos corren apretados y tumultuosos entre las gargantas que le sirven de lecho. Bajan henchidos, amenazantes, espumosos, en una danza loca de remolinos furiosos por entre las rocas. Mas adelante se serenan en los meandros, ora, se ponen nerviosos en los rápidos y luego avanzan aterciopelados, bañan las riveras y acarician, tibios, las verdes hierbas de su entorno para ir a morir como dos afluentes mas del gran río de la Magdalena. Cuando se inicie el verano, cuando cesen las lluvias, aparecerán aquí y allá, en el lecho del río, isletas de cieno y juncos, las ranas cantaran al atardecer hasta bien entrada la noche y los niños, con improvisadas nasas, se dedicaran a pescar las pocas sardinas que aún quedan y que le dieron nombre al río. Los pastores bajarán los ganados a abrevar y llenarán las odres de agua para su sustento.

En esta época, las acacias espinosas son mas verdes y robustas, los almendros de hoja ancha se esponjas con su florescencia, los guacimos proporcionan sombra a los paseantes domingueros y los playónes del río se llenan de gente que se refresca en sus aguas. Una iguana salta por entre las piedras y es la alegría de los niños, y , abajo, en la pequeña cascada, se escucha armonioso el ruido seco del ariete que sube el agua por la ladera de la montaña para ser utilizada en los lavaderos de café o en los entables, donde se cuece a fuego lento el zumo de la caña de azúcar, para convertirla en panelas o melaza que servirá de sustento al hombre y a sus rebaños.

Por la carretera, de tierra pisada, mas camino de herradura que carreteable, se va por un túnel verde formado por la masa arbolada que sirve de sombrío a los cafetales arábigos, cuando no, la tupida masa de los caña dulzales a lado y lado de la calzada sirve de guía hasta desembocar en Chaguaní por entre una hilera doble de guayacanes rosados y amarillos y cámbulos y gualandayes que le dan carácter y entidad al poblado.Las casas en él son de estilo colonial, altas y amplias, con bellos jardines internos donde reinan las orquídeas, las azaleas y los azahares que perfuman el ambiente haciéndolo suave y amable.

El pueblo es pequeño de no mas de mil quinientos habitantes. Las casas, en el centro, se amontonan en hormiguero y mantienen puertas y ventanas abiertas para aprovechar las corrientes de aire que ventilen el ambiente y lo hagan mas fresco y llevadero. Hacia las afueras las construcciones son un poco mas anárquicas, amplios terrenas han sido urbanizados y sus propietarios han construido modernas viviendas con vistosos jardines, piscinas y lagos para veraneantes. En el pueblo todos se conocen y conviven en armonía independientemente de si se es liberal o conservador y mientras se respeten las formalidades de los creyentes, las buenas costumbres y las leyes, que según afirma el alcalde, nos hacen bien a todos, reinara la concordia. Cualquier desaguisado romperá necesariamente el débil equilibrio.

No había sido siempre así. habían habido guerras y revueltas que todo lo habían convulsionado. Las degollinas entre liberales y conservadores hacían parte de la historia reciente del poblado y de la nación entera. Odio y paz, paz y odio habían sido el menú diario durante largos periodos. La paz, cuando se conseguía, se respetaba, se hacían alianzas entre familias y las asperezas de otros tiempos desaparecían como por ensalmo. La herencia Panche, de hombres guerreros, que llevaban en su sangre aparecía de tarde en tarde. No basto, no fue suficiente la guerra a muerte desatada por los conquistadores españoles para someterlos y enseñarles las "buenas costumbres" de los aventureros; la lanza y la espada dejaron para siempre y seguirán dejando su impronta imborrable en las oficinas del consistorio municipal.

Las gentes de Chaguaní no eran ni buenas ni malas, eran y siguen siendo gentes tranquilas, trabajadoras, creyentes y sobre modo orgullosas, respetuosas y un tanto, cuando a ello se les obliga, belicosas. No gustan mucho de alcaldes, de curas, de abigeos ni ladrones. Cuando cualquiera de estos gremios se excede las olas se encrespan y el Panche que llevan dentro disiente, primero con la razón, ágil y cortante, y, luego, con su recio y altivo carácter.

Los domingos son una fiesta. Los campesinos llevan los frutos de la tierra al mercado para venderlos a los lugareños. En la amplia plaza, en la explanada, frente a la iglesia del Señor de la Salud, por el levante, formando una ele, haciendo esquina con el camino del matadero, se arman los tenderetes de todos los colores y entre gritos, canciones procedentes del bar de Aniceto, las campanas de la Iglesia llamando a misa de diez y las reconvenciones del alcalde para que se paguen las contribuciones municipales, se oyen los cantos de los gallos, los gruñidos de los cerdos, el mugido de las vacas, el valar de las ovejas, los gritos de los quincalleros, los zapateros, los ropavejeros, los vendedores de paraísos y nirvanas, los mendigos, la Lola, la gitana, pregones de rezos , ofreciendo ungüentos y artificios contra todos los males o rehacer los virgos deshechos sobre los playones de la Guacimalera. También se escucha la voz zalamera de Armando, que reparte sonrisas a diestra y siniestra, en busca del boto que habrá de llevarlo a las altas esferas del partido liberal.

En la parte baja del silencio, en la falda de la montaña, frente a un frondoso yucal y a una esbelta mata de guaduas, en la pequeña explanada de los remansos, donde se oye cantar el río y crecen con fuerza los arrayanes, en un pequeño bohio, rodeado de flores del campo, pomares y naranjeros, un perro bravo y un gato, gallinas y patos, un loro revolucionario, un pequeño hato, y, a la sombra de un mango frondoso, rodeado por un bancal de piedras pulidas donde hacer la siesta, vive Abraham, solo y en silencio, cavilando el día a día, cuando no , profundo, el mañana y el ayer. Afirma que el presente pasa raudo, que el pasado y el futuro están cada vez mas lejanos como si jamas hubieran sucedido y, por ello, todo lo que no es hoy nos parece sumido entre las brumas...

Como todos los vecinos, los domingos, con los primeros cantos del gallo, se levanta, toma el camino del río y se purifica en él. Después de unas cuantas abluciones y algunos ejercicios de respiración agradece el lirio del alba, el trino de los pájaros y su personal alegría de vivir un día mas. Abraham no era un campesino corriente. Hacia vida de ermitaño por convicción. Estudio en el seminario desde que su tío Crisostomo, hermano de su padre, lo llevo, a la edad de siete años, cuando fallecieron sus padres. Allí, en el frío del altiplano, aprendió las primeras y las ultimas letras, los sin sabores de la vida, la autoridad y la mezquindad del prior, los valores cristianos, entre comillas como él afirmaba, el antiguo y el nuevo testamento, a Jose Maria Vargas Vila en sus noches de insomnio, a los autores clásicos y, como niño díscolo que fue, el onanismo, por el cual sufrió muchas reprimendas, actos de contrición y propósitos de enmienda.

Abraham salia por el camino del silencio, por entre los cafetales umbríos silbando, acompañado por un coro de chicharras que callaban a su paso y luego, pisando sus talones, arrancaban con mayor estrépito. En la casa de la hacienda, su tío Crisostomo, por la algarabía acompasada de las chicharras, sabia que se acercaba, y sin mas, ordenaba una jícara de chocolate y una arepa de maíz pelado que serviría de prologo a la conversación de siempre. Abraham entraba al amplio patio por los lavaderos de café, pasaba luego por los patios de secado que lo conducían a la cocina, donde Diva, se esforzaba en preparar el desayuno del patrón y la peonada. En la mesa pedía,costumbres del seminario, la bendición del tío y se sentaban a manteles.

El dialogo siempre giraba al rededor del hombre o de Dios, del partido liberal o el conservador, de las autoridades civiles o militares, del cura o de Armando, de los comunistas o de las guerrillas, de la policía y sus bandas de sicarios, de bandoleros o abigeos, de la dictadura y sus secuelas y de los hombres, mujeres y niños victimas inocentes de la violencia oficial. Se hablaba con generosidad, sin resentimientos, pródigos de buena fe. Crisostomo lo hacia desde su profunda fe cristiana y Abraham desde su acendrado pero humano antropocentrismo. Abraham en estas sesiones siempre se prometió no enojar a su tío, hablaba poco y asentía mas que oponer sus propios criterios. Escuchaba atento las reconvenciones de Crisostomo.

Ve con Dios, - le decía a Abraham- , era el deseo de tus padres. Se formal y obedece, cumple las leyes de Dios y cumplirás las leyes del hombre. Reza cuando dudes o estés en peligro. Era un largo etcétera que preparaba a Abraham al camino del pueblo.

Don Crisostomo obraba así por cuanto quince años atrás, tristes imágenes de su memoria, había visto como los godos destripaban a las parturientas y ensartaban los fetos a bayoneta calada como tributo de limpieza y honra para su partido y la iglesia; vio desde la sombra de los cafetales, como la policía y unos cuantos civiles, apodados los chulavitas, hacían fila, mientras vociferaban las mas sucias bajezas, violando indiscriminadamente a niñas y adolescentes, mujeres y ancianas, que de tanto "medirles" las entrañas mostraban sus partes púdicas hinchadas y ensangrentadas y,a falta de mayor horror, a las mas viejas las empalaban por que su sexo, inerte, ya no servia a los instintos animales de la pandilla. Las mas jóvenes seguían siendo asaltadas hasta que quedaran en cinta, para humillación de sus padres y hermanos y del partido liberal. ¡Para que parieran godos al servicio de Dios y el partido conservador! Fue testigo presencial de la matanza en la iglesia del Señor de la Salud, donde a quema ropa, en pleno sermón, fueron limpiando de liberales la iglesia sin que desde el púlpito se oyera la voz de Dios ni la protesta de los fieles conservadores presentes. Crisostomo recordaba, con lagrimas en los ojos, como salvo su vida escondido en el confesionario y como, desde aquel dia, juro dedicar el resto de su vida a trabajar por la paz y la concordia entre hermanos.

Terminado el desayuno Abraham se despedía, tomaba el camino del pueblo por entra la masa arbolada que cubría la carretera y a paso lento, silbando, a pie descalzo, hollaba el camino hasta llegar a la casa de misia Circuncia, cita al otro lado del puente de las sardinas.

Primera parada Circuncia, anunciaba a su llegada. Los campesinos allí presentes le saludaban,le ofrecían un guarapo dulce y se aprestaban a escucharle. Abraham tomaba la palabra, siempre traía un mensaje de esperanza, una voz de aliento y la voluntad inquebrantable de animarles a seguir adelante así no tuvieran le suerte de recoger los frutos de su esfuerzo.

-En la iglesia, les decía, y en la plaza aprendan a escuchar. No olviden que los poderosos, de cualquier pelambre, les pedirán que sean bondadosos para poder vivir a costa de su bondad; les pedirán que sean virtuosos para que cultiven " sus virtudes" y no las vuestras; les pedirán que sean modestos para que no les hagan sombra y no sean causa de molestias; les pedirán que tengan fe en el mas allá para alimentar mas su codicia;les pedirán y exigirán respeto a sus normas para mantenerlos sometidos y humillados,y, por ultimo, intentaran dividirlos y debilitaros para que no puedan avanzar. No olviden jamas que el ángel que llevamos dentro tiene que convivir con el demonio con quien comparte, en precario equilibrio, nuestra condición humana.

Le escuchaban pero no le entendían. Asentían sin saber jamas por qué. En el fondo le daban la razón como ofrenda a su propia sin razón. Solo le comprendían cuando hablaba del partido liberal o de los godos, cuando les reconvenía para que vivieran en paz, cuando les hablaba de amor y del sexo, de la importancia del control natal, contrariando las enseñanzas de Don Ecce Homo, el cura, que los conminaba a parir muchos hijos para el servicio de Dios y de la Patria, amenazándolos con anatematizar a quien incumpliera los preceptos de la iglesia. Abraham se levantaba de la mesa, se despedía de todos con un - ¡Hasta pronto Circuncia!- y seguía su camino rumbo al pueblo y al mercado.

El alcalde era un hombre gordo, de ojos abotagados y pequeños, como los ojos de los pequeños dragones de las filipinas, extraviados como su carácter, lento y pesado al andar como los elefantes y de un resoplar ruidoso al hablar como si las palabras se le atragantaran en la garganta y salieran luego a presión, bufando, en busca de su interlocutor ocasional, que era generalmente un campesino humilde y analfabeta, quien tenia que escuchar una reprimenda sin sentido y aguantar su aliento hediondo como sus malas intenciones. Reafirmaba su poder de burgomaestre, paternalmente, golpeando suavemente las mejillas del conejillo de indias de turno, con sus manos regordetas y sudorosas, como si de un bautismo se tratara,y, cansino, hacia el recorrido de los tenderetes recogiendo el tributo municipal y el mercado de la semana, que le salia gratis, gracias al miedo de los mercaderes y a su mala fe en virtud del poder que detentaba. Buscaba, a la vez, ávido y codicioso a Angelines, giranta de bajo vuelo, con quien los domingos por la tarde yacía hasta el anochecer sobre una cama de hierros enmohecidos que mal soportaban el retorcer se de los vientres en una violenta lucha de raíces, espasmos y ruidos feroces. Odiaba encontrarse con Abraham. Lo odiaba por renegado, por haber abandonado el seminario, por haber olvidado a Dios. Lo odiaba, porque según él, era un comunista que envenenaba a los campesinos con sus predicas extrañas o un liberal, como los renegados de Loma Larga y Campo Alegre, que habían recibido el domingo anterior el anatema de Don Ecce Homo, por paganos y libertinos y por levantarse en armas contra las autoridades, según afirmo, en la homilía de las diez.

Abraham entraba al poblad en silencio, sin hacer ruido, como quien quiere pasar inadvertido. En la plaza, buscaba la sombra de la ceiba, sentado sobre el bancal de piedra que la protegía. Allí dialogaba con quien quisiera escucharle e invariablemente se sentaba por donde obligatoriamente debía pasar el alcalde, Don Casildo Materón, por el placer de verle enrojecer de ira.

-Casildo, le decía, va usted como los liberales, rojo, es un buen síntoma...

-Calle, Abraham, o lo mando a la cárcel que harta falta le hace. Quince días a la sombra quizás le hagan recapacitar, comunista hijo de puta, ya tendré la oportunidad...

-Si Quiere aprender a hablar Don Casildo, calle durante un año, dejara, también, de ser un charlatán...

Las palabras se cruzaban rápidas. El alcalde no se detenía. Se ponía rojo y los ojos se le inyectaban en sangre, las manos le temblaban y sudaba copiosamente. El policía que le acompañaba le llevaba a la casa consistorial para que le pasara la congestión con una aspirina y un buen vaso de agua fría.

Después de la misa de diez, Don Ecce Homo, buscaba a Abraham por cuanto se había prometido devolverlo al redil. Se dirigía a la ceiba, se sentaba a su lado y le pedía con fingida humildad que regresara a la iglesia, a Dios, al prójimo. Le recordaba las enseñanzas del seminario, la fe de sus padres, la bondad de Don Crisosotomo, la necesidad de vivir limpio y sin pecado, puro al servicio de Dios.
Abraham le escuchaba negando con la cabeza, para recordarle luego, que él, Don Ecce Homo, no era un hombre puro. Que los votos de castidad los había perdido con Teodolinda, una adolescente de diez y seis años, que violo en la sacristía y que luego entrego a las fieras del cuartelillo para que dieran buena cuenta de ella.

Don Ecce Homo se puso mustio, sus ojos se perdieron en el vacío y negros nubarrones recorrieron su memoria. ¡Teodolinda! Una tarde, hace algunos años, no sabia cuantos por que deseaba olvidarlos, se la llevo a la casa cural Belarmino, jefe del partido conservador, para que dispusiera de ella como a bien tuviera. Era, razones más , razones menos, una renegada de Bituima y niña aún podía ser reeducada. Hablaron,comieron y bebieron. Bebieron mas que comieron.Las horas pasaban y con ellas la borrachera. Se hartaron recordando jolgorios, zarabandas y añagazas, insidias y tropelías que había dirigido Belarmino por toda la región. A medida que las horas pasaban, en medio de la cogorza, las bajas pasiones se desataron en Belarmino, tomo la niña por un brazo y la arrastro hacia la sacristía, seguido por Hcce Homo, allí le arranco las ropas a la menor, las bragas, el corpiño y lascivo le mordió los senos en flor hasta hacérselos sangrar, la acariciaba el vientre, las piernas y su sexo púber. Ella lo rechazaba, lloraba y temblaba de horror. Ecce Homo, miraba y dejaba hacer, hasta que, sin poderse contener, deshaciéndose de la sotana, la tomo en sus brazos e hincandole violentamente los dientes en un hombro, la violo repetidamente el amanecer. LO saco de su paroxismo Belarmino, con su voz de buitre carroñero, regresandole al mundo de los vivos y advirtiendole:-"Ecce Homo, al fin tu y yo hemos sellado un pacto de sangre.En adelante seremos hermanos". Ecce Homo estaba perplejo. Con sangre fría Belarmino agrego: -"No se preocupe, ahora envió a la policía por estos despojos"-. Se llevaron a la niña al cuartelillo, abusaron de ella los doce policías de la guarnición y , aclarando el día, la trasladaron a las porquerizas, la desollaron de la cabeza a los pies y hecha una masa sanguinolenta se la tiraron a los cerdos para destruir, según decían, el cuerpo del delito.

Abraham lo miraba en silencio, sabia que algo muy oscuro cabalgaba por su memoria y cuando observaba que recuperaba el aliento, que su cara volvía a la color de siempre, le aseguraba con altivez: "-Ecce Homo,usted sabe que creo en Dios,en mi Dios,pero no en las religiones, porque ellas como los partidos políticos, como los nacionalismos y todos los fanatismos son fuego en el cuerpo, soflama fría e irracional en la cabeza y la boca llena de negros y venenosos vapores como los volcanes. Mi paso por el seminario y por la historia de las religiones me han enseñado que hay Dioses que quieren la desgracia; otros que preservan de la desgracia y otros que consuelan a los desgraciados. Al hombre Ecce Homo, no le queda sino la buena voluntad del hombre, su afán por el amor al prójimo. El cura se levantaba, miraba derrotado a Abraham y avanzaba cabizbajo hacia la casa cural. La tarde caía, otro domingo llegaba a su fin,se levantaban los tenderetes, el clamor de la mañana cesaba y era el momento que aprovechaban los campesinos para departir con Abraham. Lo rodeaban, discretamente se le acercaban y con vergüenza en sus caras, lo interpelaban.

Las mujeres le preguntaban sobre el divorcio y su moralidad, el sexo y los hijos. El matrimonio, respondía, rompe con mucha mas frecuencia de lo que se cree con el orden moral. El instinto sexual no tiene ninguna relación necesaria con la concepción. La concepción solo debe ser el resultado de la libre y responsable voluntad de los amantes, lo contrario es casual, ocasional; los hijos, deben ser hijos del amor, no de la necesidad. Recordad que la impudicia, les decía, no es la desnudez de los cuerpos sino el vestido y que solo se esta en paz con Dios cuando se esta en paz con sigo mismo y con el prójimo. A los hombres los invitaba a ser ellos mismos, a ser orgullosos, a hacer solo las concesiones a las que voluntariamente se obligaran y no a las que otros, los que presumían por la fuerza de dirigir la comunidad, quisieran imponerles. Ante todo estaba la libertad y por consiguiente el respeto a la libertad de los demás.

Siempre se preocupo por el hombre del campo, por sus limitaciones y angustias. Repetía, con frecuencia, que el campesino no era el propietario de la tierra, simplemente era el peón.Alquila su brazo para sobrevivir. No tiene derecho a nada,salvo a la libertad de morirse de hambre. En el mundo laboral es una ave de paso. Trabaja de sol a sol y de domingo a domingo. Muere antes de tiempo roído por las enfermedades y los parásitos, el cansancio y el hambre o por un corte de franela practicado por la furia de las pasiones políticas. Su abecedario es la azada.Su escuela la cárcel. Su descanso y olvido el aguardiente. Su jubilación el cementerio. Nadie se preocupa de él. Los gobiernos pasan. La alternancia de los partidos en el poder solo ha servido para corromper mas a quienes lo ejercen y ni dictaduras ni democracias han cambiado nada. Su esclavitud, controlada desde el estado, los lleva a la tumba con el corazón hecho un nudo. Abraham sufría ante las abismales desigualdades y por ello los impulsaba a la rebelión,a luchar por la dignidad de hombres, por la educación de los hijos y por la dignidad de las mujeres.

El último auto-invitado era Armando. Se acercaba sonriente y con dos golpes secos sobre la espalda de Abraham se sentaba a su lado. Los dos simpatizaban en algunos aspectos de la lucha política pero era mas lo que los separaba que lo que los unía. A pesar de ello, había un mutuo respeto entre los dos hombres, un acuerdo no pactado pero nunca acordado.Armando quería estar cerca de Abraham por lo que este suponía de potencial electoral entre los campesinos. Abraham se mantenía cerca de Armando porque gracias a él tenia conocimiento anticipado de hechos que le permitían salvar vidas y obstáculos. Entre los dos existía un pacto tácito que los hermanaba y por el cual todos los domingos platicaban de lo Divino y lo humano hasta los primeros cantos del gallo, momento en que se levantaban del bancal y abandonaban la ceiba rumbo a casa.

El camino de regreso al silencio se hacia lento, pesado y lúgubre. Las cantinas estaban llenas hasta muy entrada la noche. Las reyertas producidas por la embriagues eran frecuentes,y, el burdel de Angelines, se prestaba a toda clase de perversiones. Eran éstas las únicas diversiones que se le ofrecían al campesino para distraer sus angustias y para menguar su ya raquítica bolsa. Las mujeres del lupanar los esperaban por las esquinas y la retaguardia se situaba en el puente de hierro, el de los enamorados, sobre la Guacimalera, donde los mas reticentes, los que habían salvado las primeras alcabalas, caían en la ultima aduana y se entregaban a discreción a los placeres carnestolendicos en los playones del rió.

Abraham no era ni un santo, ni un asceta . Conoció los placeres de la vida y los apuro en abundancia.Sus años mozos fueron un constante ir y venir de una mujer a otra hasta que comprendió que la vida se le iba de las manos inútilmente. Comprendió que las restricciones del seminario no debían ser el acicate de su libertinaje, sino, salvando lo que se pudiera del naufragio, ser el guía de una vida ordenada al servicio de quien quisiera escucharle.Muchas veces cuestiono su postura ante el mundo. Siempre se pregunto si lo que hacia era correcto. Veía, con tristeza, que los resultados de sus platicas no compensaban su esfuerzo. Tenia la esperanza de que algún día se hiciera la luz...

Con las primeras luces de la aurora llegaba al bohio.Gruesas gotas de roció pendían de las hojas y las flores lanzando al espacio destellos de luz iridiscente El perro saltaba de alegría, le lamia las manos, daba dos o tres saltos y se echaba. Abraham descansaba hasta el próximo domingo...