domingo, 21 de enero de 2007

JUAN CAYENO


Maderero por tradición, Juan Cayeno, había conseguido la explotación de las reservas madereras de Tumaco, en las áreas comprendidas entre los ríos Mira y Patía, fundamentalmente los esteros de cabo manglares y el delta del Patía, en plena selva tropical. Juan era ademas un buen aficionado a la caza y a la pesca por lo que siempre llevo en su morral el rifle y la caña de pescar, la hamaca, el mosquitero, petate y machete para pernoctar donde le cogiera la noche..

Juan era un hombre recio, violento a veces, tierno y sentimental. Su corpulencia iba acompañada de su febril actividad. No descansaba nunca.Siempre estaba al acecho de hacer cosas nuevas, de prestar un servicio, de iniciar una pendencia, de enamorar una moza, de poner un trampero, de salir a cazar marranos baquiros o de comunicar sus conocimientos madereros a quien quisiera escucharlo.

La selva, majestuosa, siempre trastorna al hombre, desarrolla en él todos los instintos desde los mas divinos hasta los mas humanos, desde los mas grandiosos
a los mas miserables. Su crueldad invade las almas y las asimila a las fieras, ora, las convierte en bondadosas, humildes, tiernas y sensitivas. La selva despierta despierta la lucidez, la comprensión, la sutileza de los sentidos y la finura de las ideas o los embota todos fagocitando al trastornado. La naturaleza virgen selecciona a sus victimas y deja vivir a quienes la asimilan. El misterio y la fantasía se apodera de todas las mentes y la salvación estriba en ponerlas al servicio de la propia naturaleza. Se vive en una calurosa devastación de vida y muerte. Los ríos bajan henchidos, raudos por entre bejuqueros y pajonales reventando en los remansos. El viento ulula entre arboles y arbustos, bejucos y palmiches confundiéndose con el silbido de las sierpes y el rugido de las fieras. En la selva todo muere y renace y a la vista todo es un constante renacer, una suprema ilusión, una alucinación constante...

Siempre he sido maderero - decía Juan-. ¡Yo soy maderero! He vivido en la selva, en la soledad de las montañas, con mis hombres enfermos de malaria, descuajando monte, picando y aserrando arboles, corriendo riesgos, arrastrando los maderos a fuerza de hombros hasta los embalsaderos del rió Patía y de éste hasta su delta en el mar, o del río Mira hasta cabo manglares donde serán embarcados hasta las serrerías de Tumaco y de allí a cualquier lugar del mundo.En la selva se esta lejos de todo, de la familia, de los amigos, de la novia y hasta de la iglesia. La selva es la Diosa. Ella dispone de todo, del culto, de sus preceptos, de los sacrificios y de como, donde y cuando han de llevarse a efecto. Contradecirla, ir contra sus mandamientos, supone condena de muerte. Aceptarla supone un salvo conducto al portador con fecha abierta. Cualquier desliz ocasiona su perdida y la condigna sanción.

La selva tiene sus misterios, sus manes protectores, los indígenas creen en ellos condicionados por el medio ambiente feraz y destructor y a la clara noción de que a la ruptura del equilibrio las probabilidades de subsistencia son escasas. El Mohan es el guardián de la selva, el dios de los ríos,lagunas y manantiales. Vive en los grandes arboles y en todas las plantas vivificando su sabia, nutriendo las lagunas, los riachuelos y los grandes ríos. El Mohan recorre en silencio la espesura y en las noches de luna llena se le puede ver en los playones de los ríos danzando al son de un suave y frío viento por entre los pajonales. El Mohan castiga a quienes destruyen su hogar volviendo estéril la tierra o utilizando las fieras, las enfermedades o cualquier otro recurso para ahuyentar a los infractores.

Juan Cayeno era maderero. Se burlaba de los indígenas e intentaba, razones mas, razones menos, explicarles que el Mohan no existía. Que mas que respeto se debía ser prudente y buen observador para no ser sorprendido por las alimañas detrás de cualquier hoja o por los animales feroces al acecho de sus presas, todo lo demás, decía, son historias al rededor de incautos que se trago la selva...

Juan era un cazador experimentado.Tenia predilección por la caza del marrano baquiro: era excitante,arriesgada y peligrosa. Los baquiros viven en los mas profundo e inaccesible de la selva, son feroces y con facilidad tumban un árbol a dentelladas. La manada la guía el mas joven de la piara y si por desgracia éste es atacado, la boyada reacciona con ferocidad destruyendo todo a su paso en busca del agresor. Su cacería requiere pericia, buena añagaza de yuca fresca picada y excelente atalaya entre los arboles mas altos. Una buena tarde de caza proporciona entre cinco y siete animales equivalentes a cinco o seis arrobas de carne.

Los sobrinos de Juan tenían por costumbre visitarlo en verano, en vacaciones, cuando los esteros tenían menos agua y la selva era menos dura pero no menos ardiente. Pedrito y Juanito acompañaban a Juan a todas partes. Iban a las cacerías, de pesca, a los aserrios, a los cortes madereros y a los embalsaderos desde donde se desplazaban en barca hasta los manglares donde su tío les enseñaba todos los trucos de la caza y la pesca que conocía aprovechando la abundancia de pescado y de aves de la región.

Con ocasión de la visita de sus sobrinos Juan preparo una cacería de baquiros.Alistaron las armas, los morrales y pertrechos y salieron al amanecer hacia el río Mira.El día se presentaba tranquilo, la selva densa húmeda y pesada. Avanzaron con lentitud buscando las faldas de la cordillera y los comederos de la piara para preparar la atalaya entre los arboles.Pasada la tarde, los porteadores y el baquiano, encontraron en la depresión de piedras coloradas comederos recientes de la manada y decidieron acampar en aquel lugar, no sin antes manifestar, alguno de ellos, su descontento por la proximidad al río y el temor a ser castigados por el Mohan, prepararon chinchorros y mosquiteros y se dedicaron luego a levantar entre la tupida arboleda el lugar de vigía que dejara clara y en descubierto el comedero. Juan y los chicos preparaban en tanto armas y municiones, limpiaban cámaras y cañones para tener las armas a punto. Juan, sin perderles de vista les daba las indicaciones necesarias siguiendo paso a paso la limpieza, revisión y ensamblaje de las piezas. Colocaron por último las mirillas telescópicas. Juan se levanto y le indico a Pedrito que debían afinar la lente de la mirilla para lo cual le ordeno: ¡Ponte en pie! Alza el arma y apúntame al pecho,observa el segundo botón de mi chaqueta de arriba a bajo,centra la mirilla, lo tienes, si,¡dispara!... Un estampido seco retumbo por toda la selva, Juan se desplomo y un viento helado y brusco comenzó a azotar toda la región...


1 comentario:

Iván Palacio dijo...

CARLUCHO:FELICITACIONES.ME ENCANTA Y NOS ENCANTA TU NARRATIVA,TUS MEMORIAS Y TUS DIBUJOS.SOS UN ARTISTA INTEGRAL Y ESO ES DE AGRADECER.
ABRAZOS
IVAN Y DAMARIS DESDE LAS COLINAS DE GALILEA